Fernando Hurtado de Mendoza es socio de Kennedys Law en Lima, Perú. Está habilitado como abogado en Perú ante el Colegio de Abogados de Lima (2005) y como árbitro ante la Cámara de Comercio de Lima en materia de transporte y seguros. Fernando se especializa en derecho de seguros y reaseguros, aviación y derecho corporativo / comercial. Actúa regularmente como asesor de clientes locales y extranjeros de diferentes sectores en una serie de asuntos comerciales y corporativos, relacionados con el inicio, la continuación, la expansión y la salida de las operaciones locales, incluyendo el asesoramiento a los inversores asiáticos, europeos y norteamericanos para su potencial entrada en Perú.
TechLATAMAsia lo invitó a compartir su experiencia de vivir en Singapur cuando hizo su maestria en la Universidad Nacional de Singapur y sus breves reflexiones sobre las relaciones entre Asia y América Latina.
En el fútbol se dice que hay partidos a los cuales uno ingresa a la cancha con un sentimiento diferente. Las circunstancias causan o contribuyen a que se le imprima mayor pasión al partido, y eso se siente desde antes de ingresar al campo de juego. Puede ser el estadio, el rival, la aparición de una cábala durante el calentamiento, y así. A este abogado a quien le encanta el fútbol pero que, de jugarlo, sabe muy poco, le pasa algo parecido siempre que le toca realizar alguna actividad asociada con Asia y, en especial, con Singapur.
Mi vinculación con Asia arrancó por el año 2007, cuando con algo de visión me di cuenta de que este fascinante continente podía tener un lugar preponderante en la hegemonía global en los años venideros: por su gentes, su tecnología, sus avances, su historia milenaria y reciente. El inicio de mi travesía con Singapur fue en el año 2008, cuando exploré un programa de maestría brindado en conjunto por la National University of Singapore y por New York University. Mi contacto con la ciudad estado nace a inicios del año 2009, cuando arribé a Changi Airport con una maleta cargada de ilusión; y mi amor eterno por Singapur se inició el 6 de diciembre de 2009, cuando nace mi primer hijo (Gael) en Thomson Medical Centre a las 9:36pm. Desde entonces, Singapur dejó de ser el país de mi maestría y pasó a ser mi hogar, al cual siempre quiero y pretendo regresar.
Vivir allá no fue para nada complicado, sino muy por el contrario. Curiosamente, siendo un país enclavado en el sudeste asiático, goza de una serie de comodidades a las que los latinoamericanos, tan arraigados a la cultura occidental por influencia europea y estadounidense, estamos más que acostumbrados. Como abogado, por ejemplo, conocer las bondades del Singapore International Arbitration Centre y los pronunciamientos serios de los árbitros en aplicación de common law, facilitaba su estudio para quienes veníamos trabajando con clientes europeos y estadounidenses.
Pero más allá de su capacidad para albergar a latinoamericanos y a ciudadanos (abogados o no) de muchas otras nacionalidades, Singapur es un país líder en innovación. Está en una permanente búsqueda de la eficiencia y, en esa línea, es un precursor constante del desarrollo tecnológico y de su aplicación a toda industria posible. Por ello, esta iniciativa de TechLATAMAsia consistente en vincular a ambas regiones es encomiable. Por un lado, se tiene un país con liderazgo tecnológico por recursos, competitividad, iniciativas y apoyo estatal, mientras que al otro lado del globo se encuentra una región pujante y cuyo emprendimiento requiere de un conjunto de refuerzos tecnológicos que a la fecha no están disponibles.
El encuentro entre el ecosistema singapurense orientado hacia la excelencia tecnológica y la ambición latinoamericana por seguir creciendo puede brindar grandes resultados. Desde la perspectiva legal, como ejemplo latinoamericano, la legislación peruana que permite fomentar el desarrollo de plataformas y herramientas tecnológicas es incipiente. Recién a inicios de 2020 se dispuso mediante el Decreto de Urgencia No. 013-2020 la promoción del crowdfunding, el impulso al desarrollo del mercado de financiamiento de capital de startups en etapa de consolidación, el fortalecimiento de la prestación de servicios tecnológicos brindados por el Estado peruano, entre otras disposiciones. Tras ello, durante el 2020 y 2021 se ha venido implementando una normativa que comienza a regular aspectos como la implementación de la billetera electrónica, un fondo de capital para startups, regulación del servicio de pagos con códigos QR, entre otros
El despertar tardío de la regulación peruana respecto de las oportunidades que brinda la tecnología se replica bajo una mirada práctica. Por ejemplo, la asignación del presupuesto de la nación a desarrollos en ciencia y tecnología no representa más del 0,2% del producto interno bruto (PIB) peruano. Además, las empresas peruanas de mayor envergadura recién se están encaminando hacia la sana práctica de asignar una partida presupuestaria para inversión en tecnología de forma regular. Es decir, en este lado del mundo hay necesidad por el desarrollo que puede brindar el mercado asiático.
Dicho ello, considero que la tecnología tiene las condiciones necesarias para constituirse en un puente virtual entre dos regiones del mundo que, a pesar de su distancia geográfica, pueden acercarse de forma significativa. Curiosamente, Asia y Latinoamérica comparten un conjunto de características que les son similares, tales como los valores familiares, culturas milenarias, tradiciones religiosas y culinarias, y son aquéllas las que, a quienes hemos tenido la suerte de vivir al otro lado del globo, permiten que estar tan lejos de casa no sea un reto complicado, sino una grata oportunidad.
Hoy en día, la generosa disponibilidad de recursos materiales y humanos en Latinoamérica, y el crecimiento vertiginoso de Asia, el cual requiere de fuentes para seguir creciendo, nos hace regiones del mundo complementarias. Más aún, el avance de Singapur y su vasta oferta en servicios (tales como diseño de ciudades, finanzas, educación, administración aeroportuaria, construcción, saneamiento, transporte, entre muchos otros), y la brecha de infraestructura en Latinoamérica, hacen que una unión más estrecha entre ambos lados del mundo sea sólo cuestión de tiempo. Y será la tecnología la que mueva el reloj.